A lo largo de nuestro caminar dentro y fuera de los penales, se fue formando nuestra visión anticarcelaria.
A partir de las experiencias vividas en los días de visitas, la actitud de los custodios, los reglamentos internos, la corrupción que denuncian los compañeros presos, los tratos que reciben, los castigos que sufren,… la realidad carcelaria se fue desplegando ante nuestros ojos y el odio a la prisión se fue fraguando en nuestros corazones.
Nos preguntamos si las prisiones cumplen su propósito de reeducación y readaptación del individuo/a a la sociedad. Esta pregunta pierde todo su sentido tácito e incluso ético, si comenzamos a valorarla desde el aspecto político-social de las sociedades dominantes actuales. Aun así, sin entrar en ese tipo de argumentaciones, la prisión en sí, para nada cumple con ese sentido reformador que es la supuesta intención institucional.
La permanencia del ser humano entre muros, el trato vejatorio, los regimenes de incomunicación, la tortura explícitamente física o psicológica, la dispersión para la desestructuración política y comunitaria, el alejamiento del/a pres@ de su lugar de residencia… son sólo algunas de las actuales herramientas del sistema carcelario que se han convertido ya en lugares comunes para mucha de la población reclusa, evidenciando claramente que el régimen carcelario del sistema capitalista es un régimen punitivo, que no únicamente castiga al pres@, también a sus familiares y allegados.
Como ya dijimos antes, los centros penitenciarios para nada cumplen con su supuesto objetivo de reinserción si no todo lo contrario, la prisión es generadora de comportamientos delictivos, es claramente la mejor escuela del crimen, sólo hay que ver que un alto porcentaje de la población reclusa reincide. La lucha continua del/la pres@ por mantener ya no intacta, si no al menos mínima o parcialmente íntegra su dignidad, le puede llevar ha vivir la prisión como un enfrentamiento directo y diario con l@s custodi@s, y padecer toda una serie de repercusiones, como el incremento de los abusos de poder, la perdida de “privilegios” y la aplicación de nuevas condenas que alarguen la estancia en prisión. De lo contrario, de no darse este choque, el/la pres@ sufre un inevitable proceso de despersonalización, producido en gran parte por la imposibilidad de la toma de decisiones más básicas y el trato vejatorio que padece.
Las cárceles del actual sistema capitalista son en sí un instrumento de amenaza, de manejo estructurado del miedo para condicionar el comportamiento social. La estructura que permite a los gobiernos mantener al sujeto común y político controlado bajo la amenaza del miedo constante. Es también administrador de mano de obra extremadamente barata para el lucro personal de las multinacionales, ya que en prisión se reciben salarios irrisorios comparado con igual trabajo fuera de ella. La cárcel pues, es un genocidio entre muros, es una maquila infernal que descuartiza la dignidad, la integridad, los sentimientos y la vida del pres@.
Aun así dentro de las cárceles se dan lazos de solidaridad inquebrantables, difícil de gestarse tan fuertemente en otros contextos. La organización interna de los pres@s politic@s nos demuestra que la prisión no es más que un cambio de escenario (con toda su crudeza) donde seguir o gestar la lucha, donde los más “pequeños” logros son una victoria que les hace más libres, ya que la libertad comienza donde empieza la lucha.
También, y como algo que debería plantearse desde un aspecto inspirador y esperanzador, en muchas comunidades indígenas de México se esta llevando a cabo una forma alternativa e antagonista a los modos de impartir justicia de las sociedades dominantes. Donde la persona que delinque, no es encerrada, no es alejada de sus familiares imposibilitando ya no sólo el desarrollo de la familia, si no la sobrevivencia misma, si no que cumple la “condena” en su comunidad. Es puesta a valoración de la asamblea, y allá se deciden los trabajos que deberá de realizar como aportación a las necesidades comunitarias. En este tiempo estará bajo vigilancia de los propios comuneros, que serán los que valoren su rehabilitación. Tenemos el ejemplo claro (entre otros, como son muchas de las comunidades zapatistas de Chiapas) de la policía comunitaria de Guerrero, como ejemplo de autonomía y desarrollo de una justicia interna, que trata dignamente a quien comete el delito y a sus familiares, y cumple claramente con el aspecto reformador.
Por ello pensamos que tod@ pres@ es víctima y rehén del sistema, aún más tomando en cuenta que la gran mayoría de las personas detenidas son hombres, mujeres, jóvenes que se enfrentaron a una realidad hecha de pobreza, discriminación y falta de alternativas. El sistema capitalista y colonial se rige sobre la explotación de la gran mayoría de la población pero al mismo tiempo necesita atemorizar, disciplinar y castigar esta gran muchedumbre que genera la plusvalía que se acaparan los ricos y los poderosos.
En esta guerra social, en donde la cárcel juega un papel trascendental, hay un estrago de víctimas. En Chiapas (al igual que en otros estados de México), los y las indígenas sufren una discriminación más, siendo blanco de las políticas coloniales y por ello los penales están repletos de mayas. Nosotr@s luchamos para acabar el sistema capitalista y colonial y, desde luego, deseamos un mundo donde ya no se encierre a la gente sólo por ser pobre, indígena o no tener alternativas viables para mantener su familia. A lo mejor, un mundo sin cárceles y con la posibilidad de que la justicia se ejerza desde abajo y sin venganza, como demuestran los experimentos sociales ya mencionados en el Guerrero de la Policía Comunitaria y en el Chiapas de las Juntas de Buen Gobierno.
Con la esperanza en el corazón de ver salir libre cada persona detenida y de abrir las puertas de las prisiones como en el aquel primero de enero del 1994, cuando l@s zapatistas insurrect@s corrieron a los custodios del CERESO 5 de Los Llanos y dejaron libres a la gente ahí encerrada, enfocamos nuestros esfuerzos en la difusión, la movilización y el acompañamiento a l@s pres@s polític@s de la Otra Campaña, es decir en aquellas personas que sentimos como hermanas, que adentro de las cárceles luchan para concientizar a la población carcelaria, que no canjean su libertad a cambio de la desarticulación de sus organizaciones o luchas, y que no piden permiso para ser libres, aún adentro de las celdas en donde el Poder l@s puso.
A ell@s nuestro respeto y esfuerzo.